Dormir puede ser fatal

lunes, 5 de diciembre de 2011


Pero las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Como el novio tardaba, cabecearon todas y se durmieron. S. Mateo 25:4, 5.


El joven salió de Río de Janeiro hacia Belo Horizonte a medianoche. Manejó su auto casi sin parar, y cuando el Sol ya comenzaba a salir, se encontraba a sólo 500 m de la casa. Fue ahí donde, casi sin darse cuenta, "cabeceó", y cuando se despertó estaba en el hospital. Cuando lo visité me pareció curioso su lamento. "Si al menos hubiera sufrido el accidente en la carretera... Pero no, tenía que ser prácticamente en la puerta de casa. ¿Cómo pudo ser?"
Las vírgenes de la parábola quedaron despiertas toda la noche y el novio no llegó. De repente, "cabecearon todas y se durmieron". ¡ ;Qué fatalidad!
¿De qué sirvió que quedaran despiertas tanto tiempo, si al final cabecearon?
El otro día conversé con una persona que fue miembro de iglesia durante cuarenta años. Fue un gran líder, un hombre que llevó muchas personas al conocimiento de Jesús, un consejero, una inspiración para los demás. Pero cabeceó, por esas cosas que tiene la vida, y hoy parece insensible a la voz de Dios.
¿Cuarenta años de vida desperdiciados? Tal vez no, porque de alguna manera la vida cristiana le dio significado a su existencia durante todo ese tiempo. Pero, ¿por qué cabecear y dormir cerca del fin? ¿Cómo se adormecen las personas? ¿Cómo es que las lámparas quedan sin aceite! "No os conozco fue la respuesta del novio. "Señor, ¿cómo puedes decir eso si éramos miembros de iglesia, cantábamos en el coro y participábamos en sus actividades?" Pero la respuesta del novio es firme: "No os conozco".
Hay personas que se adormecen en la vida espiritual y quedan sin aceite; son personas que no viven una vida de comunión diaria con Jesús. El aceite es símbolo del Espíritu Santo. ¿Cómo da Dios su Espíritu a sus hijos? A través de la búsqueda diaria, a través del estudio de la Biblia y de la oración, abriendo el corazón y diciendo: "Señor, habita en mí". Hay personas que hacen eso cada día; son personas llenas del Espíritu Santo, y en ese maravilloso convivir conocen cada vez más a Jesús y son conocidas por él.
Estas personas no temen al pasado, porque están escondidas en Cristo; no temen al presente, porque al poder de Dios las capacita para las grandes obras de victoria; y no temen al futuro, porque el regreso de Cristo es para ellas el encuentro personal con el Amigo y Salvador de todos los días.


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