Ellos todavia vendrán

lunes, 5 de diciembre de 2011

Y tus descendientes volverán acá en la cuarta generación, porque hasta entonces no habrá llegado a su colmo la maldad del amorreo. Génesis 15:16.
Después de asegurarle que su descendencia sería como la arena del mar, Dios le prometió a Abraham la tierra de Canaán. Una de las cláusulas de la promesa decía: "Volverán acá en la cuarta generación". Seguramente el patriarca preguntó: "¿Por qué en la cuarta generación? ¿Por qué no ahora?" Y la respuesta de Dios fue: "Porque hasta entonces no habrá llegado a su colmo la maldad del amorreo".
¿Cuál era la "maldad del amorreo"? En el capítulo 18 de Levítico puedes encontrar la descripción de la conducta de ese pueblo que vivía en la tierra de Canaán: una promiscuidad sin precedentes. Depravaciones propias de una generación sin Dios. Parecía que todos ellos -cananeos, amorreos, jebuseos, heteos- no tenían otra cosa que hacer sino inventar nuevas maneras de procurarse placer, porque las cosas naturales no les bastaban. Puedes ver ese cuadro en Levítico. Padres con hijos, hombres con hombres, mujeres con mujeres, seres humanos con animales; en fin, aberraciones y más aberraciones. Pasaron dos siglos; Abraham había muerto. Los hijos fueron a Dios y le preguntaron: -Señor, ¿cuándo nos darás la tierra? Y la respuesta fue: -Aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo.
Ese pueblo continuó hundiéndose en la miseria. Pasaron cuatro siglos y Dios dijo: "Aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo ¿Eres capaz de imaginar la paciencia de Dios? Hoy día, muchas veces vamos a él y clamamos: -Señor, ¿cuándo vendrás y pondrás fin a todo? Estamos cansados de vivir en este mundo, queremos la tierra prometida. ¿Falta mucho todavía! Y la respuesta divina es: -Todavía no ha llegado a su colmo la medida de iniquidad de los hombres. -Pero Señor -podemos argumentar-, mira las playas de Copacabana, mira los quioscos de revistas, mira el centro de San Pablo por la noche... ¿no es eso suficiente? -No, hijo mío -dice el Señor-. Yo amo a esas personas tanto como a ti, y morí también por ellas. -Pero, Señor, ellas no quieren saber nada de ti. -Ya lo sé, hijo mío, pero continuaré amándolas y esperándolas; tal vez un día vendrán a mí.
Finalmente, después de 430 años, Dios entregó la tierra. Finalmente, también Jesús vendrá a la Tierra. ¿Hiciste algo para que la gente lo sepa?




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