Salomón había terminado los últimos detalles de la construcción del templo. Era un templo deslumbrante en su estructura física, y sería motivo de alegría y satisfacción para todas las personas que de alguna manera habían contribuido en la edificación de la casa del Señor.
Esa noche, el Señor se le apareció a Salomón y le dijo que lo que realmente importaba del templo no era su aspecto exterior, sino lo que sucedería dentro de él. El versículo de hoy ha sido usado muchas veces para decir que si la iglesia "no se convierte de sus malos caminos", Dios nunca podrá bendecirla. En realidad, éste es el propósito final de la declaración, pero el versículo contiene más que simplemente el objetivo. También muestra el método. ¿Cómo quiere Dios llevar a su iglesia perdonada y sanada a andar en los caminos correctos?
El texto menciona los pasos: 1) Humillarse. Reconocer la insuficiencia y debilidad, la incapacidad. Este reconocimiento llevará al pueblo de manera natural a buscar ayuda en un ser superior. Dios no puede hacer nada por quienes no reconocen su necesidad y no lo buscan. 2) Orar. Este es uno de los medios de comunión con Cristo. Orar no sirve para informar a Dios de nuestras actividades, sino para crear en nosotros el sentido de dependencia. Orar es mucho más que arrodillarse y repetir frases de rutina. Es vivir constantemente unido a Jesús y tenerlo siempre presente en nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. 3) Buscar el rostro del Señor. ¿Cómo se contempla a Dios? A través del estudio de la Biblia y de la meditación. El cristiano debería pasar como mínimo una hora diaria meditando en el carácter de Jesús. La mejor manera de estudiar la Biblia es colocándonos en el lugar de los acontecimientos, y aplicar cada consejo divino a las diferentes circunstancias de nuestra vida.
Después de dar esos tres pasos viene el resultado: "Convertirse de los malos caminos"
La mayor alegría que Dios siente no se debe a la hermosura del templo o a la mucha o poca asistencia, sino a la actitud con que sus hijos lo buscan. Ir al templo debiera constituir un acto de gratitud, alabanza y testimonio. Deberíamos ir porque lo necesitamos, reconocemos nuestra dependencia y queremos exaltarlo y decirle que él es todo para nosotros. El resultado final será una iglesia feliz y sana, que continuará creciendo cada día en su experiencia con Jesús.