Al entrar en la ciudad de Johannesburgo, en Africa del Sur, mi compañero de viaje me observó: -Estás llegando a la ciudad de la fe. -¿Por qué? -le pregunté casi instintivamente.
-¿Ves aquel monte? -me dijo señalándolo con el dedo-. El mes que viene, ese monte estará de este otro lado. ¡La fe de la gente es tan grande que mueve montañas!
Después, sonriendo, me explicó que esos montes son de arena, y esa arena, sacada de las minas, todavía contiene oro. Por eso son removidos de un lugar a otro, tratando de extraer al máximo posible el precioso metal.
Como ves, las "montañas" de Johannesburgo son "mudables". Pero, por lo general, las montañas son símbolos de eternidad, de permanencia, de confiabilidad.
Pienso, por ejemplo, en las montañas de mi país, el Perú. El Imperio Inca construyó su sede en las alturas de Machu Pichu; he ahí el secreto de su casi invencibilidad. Desde esas montañas, los incas contemplaban el horizonte, conquistaban nuevos territorios, dominaban a los enemigos. En las montañas estaba su seguridad. Hasta hoy, siglos después, sus famosas fortalezas, casi intactas, atraen a millares de turistas.
Sin embargo, en el Salmo 46, el poeta traspasa los montes al corazón del mar. En el versículo 3 describe a las montañas como temblando. ¿Puede una montaña temblar? Si la montaña (que es símbolo de seguridad) tiembla, ¡qué queda para las demás cosas!
Lo que Dios está queriendo decir es que hasta las cosas aparentemente eternas pueden un día fallar. Por ejemplo, hasta amigos confiables pueden traicionarnos.
¿Crees que tu juventud durará toda la vida? Cuidado, ¡un día la montaña puede temblar! ¿Crees que ahora que terminaste una carrera y tienes una posición, nadie puede turbarte? Mira la montaña, ¡hasta ella un día puede caer al mar! ¿Piensas que tu salud es de hierro? ¿Que tu patrimonio es tan grande que nunca desaparecerá' ¿Crees que el amor de quien te rodea nunca acabará; Ojalá que no. Pero es bueno que sepas que todo puede fallar.
Pero puedes estar seguro de esto: Aunque las montañas tiemblen, o todos nos abandonen, Dios estará siempre cerca de nosotros, aunque sólo volvamos los ojos hacia él como si fuese el último recurso de la vida, el intento final.
Dios estará siempre allí, sin reclamos, esperando con los brazos abiertos en forma de cruz. ¿Sabes por qué? Porque para él tú eres la cosa más linda que existe en el mundo. "Braman las naciones, los reinos titubean", dice el poeta, pero "el Señor de los ejércitos está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob"