Abraham, como tantos otros hombres bíblicos, fue considerado perfecto, pero el texto de esta mañana es básico para comprender qué entiende Dios por perfección: "Anda delante de mí y sé perfecto".
Andar con Dios significa mantener con él una comunión permanente e ininterrumpida. "En él somos hechos justicia de Dios", dice Pablo (ver 2 Corintios 5:21). Sólo somos perfectos en Cristo. Viviendo a su lado, él en nosotros y nosotros en él, nuestra voluntad es santificada por la presencia de su Santo Espíritu, y la voluntad santificada es invencible. Es el resultado es una vida de completa obediencia a la ley de Dios, no como fruto de nuestros esfuerzos humanos, sino como fruto de nuestra comunión con la fuente del poder: Cristo.
Sin embargo, hubo momentos en que Abraham cortó su comunión con Dios, y el resultado de esa separación fue la falta de confianza, la cobardía y hasta el adulterio.
¿Recuerdas que cuando Abraham llegó a Egipto dijo que Sara era su hermana y no su esposa? En realidad, Sara era medio hermana de Abraham. El no mentía totalmente, pero estaba mintiendo.
Los que viven sin mantener comunión con Cristo, viven preocupados en no quebrantar la letra de las cosas, sin importarle el espíritu de la letra.
Aunque Sara era medio hermana de Abraham, el patriarca estaba siendo cobarde; tenía miedo de ser muerto por causa de la belleza de su esposa, y mintió.
Por supuesto, en el momento de la mentira, Abraham no era perfecto. Estaba lejos de Dios. Era pecador pero no por mentir, sino porque estaba separado de la justicia: Dios. El resultado de esa separación fue la cobardía y la mentira.
Pero eso no es lo importante. Todo el mundo puede resbalar y apartarse de Dios. Lo que realmente importa es que Abraham aprendió la lección. "Separados de mí nada podéis hacer" (S. Juan 15:5). Así que se levantó, tomó nuevamente la mano del Padre y continuó.
Cuando el viejo patriarca cumplió 99 años, Dios se le apareció y le recordó una vez más el secreto: "Anda delante de mí y sé perfecto
Nunca es tarde para aprender. Nunca es tarde para comenzar de nuevo. ¿Ya tienes 99 años? ¿No? Entonces, levanta la cabeza, toma la mano de Dios y sigue adelante.