«Examinaos a vosotros mismos, para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos? ¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros?». (2 Corintios 13: 5)
En la famosa escuela filosófica de Tarso, su ciudad natal, recibió Pablo la cultura grecolatina que muestra en diversos pasajes de sus epístolas y en su discurso ante el areópago de Atenas. Dios lo estuvo preparando para que, después de su conversión, llegara a ser el instrumento para llevar el evangelio al vasto mundo griego y latino del Imperio romano: «No soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos: aunque no yo, sino la gracia de Dios que está conmigo» (1 Corintios 15: 9-10).
En este importante pasaje, cabecera de la devoción de esta mañana, Pablo usa tres verbos que tienen un significado paralelo y se refieren al autoexamen o examen de introspección, teniendo como referente a Cristo mismo: examinar, probar y conocerse a uno mismo. De los tres verbos, el último evoca el famoso aforismo socrático «Conócete a ti mismo». Sócrates interrogaba a la vez que enseñaba, la conocida “ironía socrática” que hace descubrir a su interlocutor lo que creía ignorar y así le permite avanzar en el camino de la verdad. Él decía: «Solo sé que no sé nada»; el principio de la verdadera sabiduría consiste en el reconocimiento de la propia ignorancia, pero al mismo tiempo, en reflexionar sobre el propio yo para conocerse a uno mismo. Sócrates invita a buscar dentro del propio hombre la fuente de la verdad.
El apóstol tiene en cuenta este principio, pero lo complementa y perfecciona con el principio cristiano de la conversión, la muerte al yo: «Cada día muero» (1 Corintios 15: 31); «si alguno está en Cristo, nueva criatura es» (2 Corintios 5: 17) y añadiendo que el examen de conciencia no es un mero juicio subjetivo, no somos nosotros mismos la regla de nuestra situación, ni el criterio de la verdad. La conciencia personal no es suficiente, no es siempre fiable. El criterio, el modelo, el ejemplo a seguir es Cristo: «Por tanto, nosotros todos, mirando con el rostro descubierto y reflejando como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor» (2 Corintios 3: 18).
Pide a Dios sabiduría para que, conociendo tus fallos y caminando junto a él, puedas hoy seguir sus pasos.