¿Te ha pasado que tu vida corre de lo más suave y notas que a otros le ocurren situaciones de las que tu sólo dices: a mi eso no me va a pasar, si soy muy sana, y lo ves como “quien está desde la cuadra de enfrente”?
Pero así es Dios que nos prueba y sonríe a la vez… no era cáncer, pero si algo cerebral y delicado que cambió mi vida radicalmente.
Hoy, veo mi camino diferente, con mayor relatividad y consciente de que “todo nos puede pasar a todos y en cualquier momento” y que lo más importante es arriesgar, amar, entregar, pero sobre todo, sentir cada momento con la intensidad del primero y la dulzura de poder ser el último.
Alaba a Dios en cada circunstancia de la vida.
Busca la excelencia, no la perfección.
Cuenta tus bendiciones en vez de sumar tus penas.
Devuelve todo lo que tomes prestado.
Encomienda a tres personas cada día.
Fíate de Dios de todo corazón y no confíes en tu propia inteligencia.
Gózate con los que gozan y llora con los que lloran.
Haz nuevos amigos pero aprecia a los que ya tienes.
Invita a Cristo a ser tu Señor y Salvador.
Jamás pierdas una oportunidad de expresar amor.
Lee tu Biblia y ora cada día.
Mantente alerta a las necesidades de tu prójimo.
No culpes a los demás por tus infortunios.
Olvida las ofensas y perdona así como Dios te perdona.
Promete todo lo que quieras; pero cumple todo lo que prometes.
Promete todo lo que quieras; pero cumple todo lo que prometes.
Que se te conozca como una persona en quien se puede confiar.
Reconoce que no eres infalible y discúlpate por tus errores.
Reconoce que no eres infalible y discúlpate por tus errores.
Sé la persona más amable y entusiasta que conoces.
Trata a todos como quisieras que te traten.
Unete al ejército de los agradecidos.
Vístete de misericordia, humildad y paciencia.
Y no te olvides de soportar a los demás como a ti te soportan.
Záfate de las garras seductoras de Satanás.