Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza
divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa
de la concupiscencia. 2 Pedro 1:4.
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toniel ama a Jesús. Se dejó encontrar por el Salvador una noche de
delirio, horror y sufrimiento. Lenguas de fuego y de infi erno lamían su
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cuerpo herido, mientras se debatía entre la vida y la muerte, víctima de una
sobredosis de cocaína. Sombras informes se acercaban a él, amenazadoras;
fi guras grotescas, fruto de su imaginación enferma.
En su desesperación, clamó a Jesús. Y recibió la respuesta. Al salir de la
clínica de recuperación, era un hombre transformado. Su vida es uno de los
grandes testimonios acerca del poder transformador de Jesucristo.
Lo que Otoniel no entiende es por qué continúa sintiendo ganas de hacer
cosas malas, si ya está convertido. El versículo de hoy brinda la respuesta
para todas las personas que, como Otoniel, tratan de andar en los caminos
de Dios, pero descubren que dentro de ellas hay una fuerza extraña, que las
empuja hacia el mal.
Pablo declara que hay una “corrupción en el mundo a causa de la con-
cupiscencia”. El apóstol se está refi riendo a la naturaleza pecaminosa con la
cual todos nacemos después de la entrada del pecado. A esa naturaleza no le
gusta andar en los caminos de Dios, y es la fuente de todos los malos deseos.
Lamentablemente, esa naturaleza nos acompañará hasta el día de la veni-
da de Cristo. Solo entonces, “esto mortal, será vestido de inmortalidad y esto
corruptible, de incorruptibilidad”.
A pesar de eso, la promesa divina es alentadora: él nos librará de este
“cuerpo de muerte”, y viviremos en paz por toda la eternidad.
Por tanto, no desesperes. Busca a Jesús todos los días. Escóndete en sus
brazos; refúgiate en sus fuerzas. El enemigo puede venir a ti, con todos los
ejércitos de sus ángeles malignos, pero en Jesús estarás seguro.
El hecho de haber fallado ayer no quiere decir que hoy perderás la ba-
talla. Todas las huestes angelicales están atentas a tu decisión. Decidir es tu
parte; el resto, déjalo con Jesús. Y recuerda: “Por medio de las cuales nos ha
dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser
participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que
hay en el mundo a causa de la concupiscencia”.