¿Nos salva una religión, una iglesia, nuestras obras o el Salvador Jesucristo?
“Ningún otro puede salvarnos pues en la tierra no existe ninguna otra persona a quien Dios haya constituido autor de nuestra salvación” (Hechos 4:12).
Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida y nadie va al Padre sino por mí” (Juan 14:6). Fíjate bien lo que dice… No dice nadie va al Padre (es decir, al cielo) a través de una religión. No dice a través de una iglesia o por sus buenas obras. No. Dice: “Nadie va al Padre sino por mí”. Jesucristo afirmó ser el camino. No un camino. Sino el camino. Solamente hay un camino para salvarnos: y es que sea Jesús quien nos salve. Si algún cristiano piensa que es una religión la que le va a salvar, tengo malas noticias para él: Jesús no era católico ni evangélico ni ortodoxo. Él era judío. Si alguien piensa que por ser judío se va a salvar, se equivoca: si lees el Nuevo Testamento verás que Jesús centraba la mayoría de sus ataques no en borrachos o prostitutas sino en los religiosos de la época. En gente que era religiosa o que decía serlo.
Si no es una religión entonces ¿es quizás una iglesia concreta la que nos salvará? La Biblia nos dice que eso no es posible porque las iglesias están compuestas por personas pecadoras. “Por cuanto todos pecaron, todos quedan destituídos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Dicho de forma sencilla: nadie puede entrar en el cielo si tiene pecado (y ahí radica el problema: en que todos somos pecadores). ¿Puede una iglesia compuesta por pecadores salvarme a mí de mis propios pecados? Eso es como si una persona que no sabe nadar quiere salvar a otra que se está ahogando. No, de ningún modo. Definitivamente ningún pecador puede salvar a otro.
Mucha gente opina que son sus acciones las que les van a salvar porque son ciudadanos honestos, que hacen buenas obras o que no le desean el mal a nadie. Sin embargo, todo esto no es suficiente ya que incluso aunque seamos muy bondadosos aún así seguiremos teniendo pecado y eso nos cierra las puertas del cielo. Además, veamos de qué manera concreta somos salvos: “Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe, y esto no de vosotros, pues es don de Dios, no por obras para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). La Biblia indica que la salvación la obtenemos por fe, que es un regalo del Señor y que no es por obras ya que si de nuestros propios méritos dependiera, entonces nuestro corazón se podría llenar de orgullo y eso es algo que Dios aborrece. Por eso, nuestras obras nunca pueden ser la llave del cielo.
Entonces si no es una religión ni es una iglesia ni son nuestras obras… ¿Qué o quién nos salva? Pues el Salvador. Es decir, Jesucristo. Piensa una cosa… Cuando Dios envía a un salvador a la Tierra con la misión de limpiar a la humanidad de sus pecados y de impedir que acabe abrasada en el infierno es por la sencilla razón de que nosotros, los humanos, no podemos salvarnos a nosotros mismos. Si así fuera, si yo pudiera entrar en el cielo por mí mismo, sería absurdamente innecesario que Dios hubiese enviado a un salvador a la Tierra. No somos nosotros, sino Dios, quien nos salva. ¿Entonces qué debemos hacer? Arrepentirnos de nuestros pecados y aceptar a Jesús como nuestro Señor y Salvador personal. Acepta a Cristo en tu corazón hoy mismo.
Te invito a hacer la siguiente oración: Padre entiendo que soy pecador, y que el pecado me separa de ti y de la posiblidad de ir la cielo, reconozco que mis buenas obras no pueden salvarme , tampoco el asistir a una Iglesia, hoy en tiendo que el único que puede salvarme es Jesucristo, el cual murió en la cruz en mi lugar para salvarme y le recibo ahora, como mi Señor y Salvador, gracias que anotas mi nombre en el libro de la vida, amén