Y como queréis que
hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos
(Lucas 6: 31).
¿Ha
tenido o tiene, algún enemigo? Es probable que la mayoría de la gente responda
que sí.
¿Quién
es un enemigo? Es aquella persona que nos desprecia, nos detesta, nos desea
mal, que siente un odio visceral por nosotros y que se enfada cuando hacemos
alguna buena obra por ella. Hagamos lo que hagamos, nos odia. Jesús enseñó que
los enemigos son los que nos ultrajan, nos amenazan, nos insultan, nos
persiguen, nos calumnian e, incluso, llegan a agredirnos.
Por
eso, las palabras de Jesús son tan difíciles de entender: «Pero yo os digo: Amad
a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os
odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen» (Mat. 5: 44). Sus palabras
se oponen diametralmente a lo que nos enseña nuestra cultura. El mundo dice:
«¡No seas tonto y paga con la misma moneda!». Sin embargo, Jesús dijo: «Y como
queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con
ellos» (Luc. 6:31).
Este
texto se conoce como la Regla de Oro. La ley la del mundo es la venganza y el
odio. Pero como hijos e hijas de Dios, tenemos una regla superior. Si las
personas nos provocan, no debemos responder a su provocación. Si nuestros
enemigos nos insultan, nos persiguen, nos calumnian y nos ultrajan, no hagamos
lo mismo con ellos.
El
reto que Jesús nos plantea es como una elevada cumbre difícil de escalar. Al
orar, quisiera decir: «Señor, ¿cómo puedes pedirme que ame a mis enemigos?». La
verdad es que, solo con nuestras propias fuerzas es imposible. No podemos
escalar esa cumbre por nosotros mismos. Necesitamos la ayuda del Señor.
La
naturaleza humana es egoísta y, por eso, nos cuesta amar al prójimo. Jesús no
vino a este mundo para que nosotros no tuviéramos enemigos, sino para
enseñarnos cómo tenemos que relacionarnos con ellos. Sin embargo, la meta está
a nuestro alcance cuando sabemos que «todo lo [podemos] en Cristo que [nos]
fortalece» (Fil. 4:13). (Basado en Mateo 5:44)
Jesús, como el segundo Adán, vino a destronar al diablo y ha
tomado su lugar (Apoc. 11:15). Satanás ya no tienes poder sobre nosotros
¡Alabado sea el Señor! Basado en Mateo 10: 5-15