Y un tercer ángel lo
siguió, diciendo a gran voz: «Si alguno adora a la bestia y a su imagen y
recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira
de Dios» (Apocalipsis 14:9-10).
Uno de
los principales objetivos del mensaje del tercer ángel es que comprendamos el
significado de la verdadera adoración. Asimismo, expone las consecuencias de la
falsa adoración y lo que les depara a quienes deciden rendir homenaje y adorar
a la bestia y a su imagen.
La verdadera adoración conlleva un estilo de vida que se puede dividir en tres partes: relacionarnos con Dios, emplear nuestros cuerpos para adorarlo y rendir culto a Dios de manera práctica.
A través de la comunión con el Señor demostramos nuestro amor y respeto por él, así como el deseo de estar en contacto con la Fuente de vida y salud; el anhelo de que dirija nuestra vida a cada momento hasta que lleguemos a sus mansiones.
Nuestros
cuerpos honran al Señor mediante la bendita disciplina que adquirimos por medio
del estilo de vida cristiano. De esa forma es como hacemos nuestras las
palabras del apóstol Pablo: «No os conforméis a este mundo, sino transformaos
por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál
es la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta» (Rom. 12:2).
La adoración práctica se ilustra en Mateo 25 mediante la parábola de las ovejas y los cabritos: cuando Jesús venga en gloria y majestad, separará a las ovejas de los cabritos. Reconocerá que los verdaderos adoradores llevaron a la práctica su experiencia religiosa. No solo permanecían arrodillados o entonando alabanzas en el templo, sino que manifestaban su esperanza cristiana a través de actos de bondad, servicio, amabilidad, abnegación y de entrega hacia su familia, sus compañeros de trabajo, amigos, vecinos, o incluso desconocidos.
La forma en que administremos nuestros cuerpos revelará las tendencias de nuestro carácter, además de nuestro crecimiento espiritual.
Asimismo, la verdadera adoración incluye orar, meditar, estudiar la Biblia, alabanza, testificación y una convivencia sana con aquellos que nos rodean, entre otras cosas.
Querida hermana, ojalá que todas nosotras seamos ver daderas adoradoras y que muchas mujeres puedan acercarse al Señor a través de nuestro testimonio.
La verdadera adoración conlleva un estilo de vida que se puede dividir en tres partes: relacionarnos con Dios, emplear nuestros cuerpos para adorarlo y rendir culto a Dios de manera práctica.
A través de la comunión con el Señor demostramos nuestro amor y respeto por él, así como el deseo de estar en contacto con la Fuente de vida y salud; el anhelo de que dirija nuestra vida a cada momento hasta que lleguemos a sus mansiones.
La adoración práctica se ilustra en Mateo 25 mediante la parábola de las ovejas y los cabritos: cuando Jesús venga en gloria y majestad, separará a las ovejas de los cabritos. Reconocerá que los verdaderos adoradores llevaron a la práctica su experiencia religiosa. No solo permanecían arrodillados o entonando alabanzas en el templo, sino que manifestaban su esperanza cristiana a través de actos de bondad, servicio, amabilidad, abnegación y de entrega hacia su familia, sus compañeros de trabajo, amigos, vecinos, o incluso desconocidos.
La forma en que administremos nuestros cuerpos revelará las tendencias de nuestro carácter, además de nuestro crecimiento espiritual.
Asimismo, la verdadera adoración incluye orar, meditar, estudiar la Biblia, alabanza, testificación y una convivencia sana con aquellos que nos rodean, entre otras cosas.
Querida hermana, ojalá que todas nosotras seamos ver daderas adoradoras y que muchas mujeres puedan acercarse al Señor a través de nuestro testimonio.