jueves, 4 de febrero de 20167:53:00
Para Dios no hay demoras
Cuando En Nuestro Corazón Hay Problemas Nos Sentimos Desesperados Y Angustiados Busquemos A Dios El No Demora En Responder Solo Que El Sabe Cual Es El Momento Y La Hora
By Jhon Burga Caro
jueves, 4 de febrero de 2016
Para Dios no hay demoras
Me sentí
enojada y frustrada después de hablar por teléfono con mi agente de bienes
raíces. Era casi la vigésima vez que mi esposo y yo habíamos perdido una oferta
por la casa que queríamos, y ya habían pasado dos años desde que habíamos
comenzado a buscar una. Es probable que ya habíamos recorrido cien casas desde
nuestro regreso al área.
Después de
vivir encerrados en edificios elevados en el campo misionero, queríamos hallar
una casa con un jardín amplio y vista hacia las montañas o a una fuente de
agua. Por eso, cada vez que íbamos a ver una casa, lo primero que hacíamos era
mirar por las ventanas para ver si se veía alguna montaña al menos en el
horizonte. Es verdad, nos mostraron casas al pie de las montañas o en sus
laderas, pero generalmente el precio estaba más allá de nuestras posibilidades
o no cumplían los requisitos mínimos que nos habíamos propuesto.
Hubo otra
cosa que nos frustró sobremanera. Si bien las condiciones habían sido
favorables para la adquisición de inmuebles cuando llegamos y se había predicho
más de una vez que se producirían caídas considerables de precios, el mercado
no daba signos de decaer. Varias veces pensamos que habíamos hallado la casa
ideal y dimos una oferta, sólo para descubrir que alguien había ofertado más que
nosotros. Fue en esos momentos que clamé a Dios con amargura y lo acosé con
preguntas: “¿Por qué, Señor? ¿No te importan nuestras necesidades?”
Ya nos
habíamos dado por vencidos cuando sucedió lo inesperado. Alguien nos dijo que
había una casa para la venta, y hacia allí nos dirigimos. Sin embargo, fue otra
casa con el cartel que decía “Se Vende” en la cuadra siguiente la que nos llamó
la atención. Detrás de ella, a menos de un kilómetro de distancia, se alzaba
toda una cadena de montañas, y en el horizonte podíamos ver aún más montañas.
Para donde miráramos había montañas. Y nos vendieron la casa aunque nuestra
oferta no fue la más alta.
Cada día,
mientras nos deleitamos con la impresionante y maravillosa vista de las
montañas y nos emocionamos ante cada salida y puesta de sol, nos sigue
asombrando que, si bien inicialmente habíamos pedido ver al menos algo de una
montaña, Dios nos había reservado toda una cadena montañosa muy cerca de
nuestro hogar. Ciertamente Dios ha respondido a nuestras oraciones de una
manera que superó nuestras expectativas. Podemos mirar ahora y entender por qué
nos permitió experimentar la desilusión de perder las demás casas. No era que
no le importaban nuestras necesidades, sino porque tenía en mente una casa que
nos daría más que lo que habíamos esperado y pedido. ¡Sólo tenía que hacer las
cosas en su tiempo!
José: Después de la espera, una vida diferente
Después de
esta experiencia puedo entender mejor dos relatos bíblicos. En primer lugar,
veo al joven José atado de manos en una caravana que lo aparta de la vida
protegida de hijo amado y lo arroja a una vida de servidumbre. Mientras sus
ojos angustiados buscan algún signo de liberación en las colinas circundantes,
sus clamores parecen rebotar en un cielo indiferente. Desesperado, llega a
Egipto, como esclavo de Potifar. Sólo le restaba calmar su angustia en el
trabajo duro. Pero su amo apreció su laboriosidad y lo elevó de rango.
Entonces, cuando todo iba bien, la trampa de su ama produjo un cambio que lo
llevó a la cárcel.
Sin
embargo, José seguía acudiendo a Dios como la fuente de su fuerza e hizo lo
mejor bajo las circunstancias que le tocaron. Entonces llegó la liberación
desde un lugar inesperado. Su interpretación exacta de los sueños del copero y
del panadero hizo que el primero fuera liberado. José sólo le pidió que le
recordara al faraón de su situación. Sin embargo, los días transcurrieron sin
que nada pasara. Mientras continuaba languideciendo en prisión en la flor de la
vida, debe haber enviado miles de interrogantes hacia el cielo.
¿Qué pasó
entonces? Alguien golpeó a la puerta de su celda. Los guardias lo vinieron a
buscar con gran urgencia. El temor lo atenazó. ¿Estaba por ser ejecutado? José
se encontraba totalmente desprevenido para los honores que le brindarían luego
de interpretar los sueños del faraón. Mientras lo paseaban en carroza como
segundo después del faraón, finalmente entendió que Dios había producido en el
copero una amnesia temporaria. Si apenas liberado le hubiera hablado al faraón
acerca de José, ¿habría tenido el mismo impacto la interpretación del sueño? En
su sabiduría, Dios había permitido que José esperara para que su plan se cumpliera
de una manera que excedía por mucho sus sueños más gloriosos.
Moisés: La tragedia y el triunfo
Entonces
veo a Moisés mientras camina orondo por el palacio del faraón, lleno de la
visión de una misión que ha sentido desde pequeño: la liberación de su pueblo
de la esclavitud de Egipto. Desafortunadamente, llevado por un celo equivocado,
adoptó un curso de acción impulsiva que lo arrojó del palacio al desierto
inhóspito. Con desesperación y frustración, cambió la multitud de israelitas
que había soñado liberar por los tropezones de un camino rocoso mientras seguía
los pasos de su rebaño de ovejas. Al mirar a las montañas que lo separaban del
mundo que había conocido, debe haber clamado: “¿Por qué, Dios? ¿Me has
abandonado?”
Cuarenta
años después, cuando ya se había resignado a pasar el resto de su vida como un
pastor humilde en el desierto, Dios lo llamó desde la zarza ardiente y le
señaló su misión: sacar a los israelitas de Egipto. Para entonces, los años en
el desierto habían erosionado su confianza en su capacidad para la misión. Sin
embargo, animado por Dios y con la promesa de ayuda y apoyo de su hermano
mayor, aceptó el llamado.
En Egipto,
a pesar de un primer rechazo de los israelitas y de la voluntad inclaudicable
del faraón, finalmente pudo llevar a cabo el espectacular éxodo. ¡Cómo sufrió
bajo la pesada tarea de guiar a esa multitud de personas rebeldes y de dura
cerviz! Se sintió aliviado cuando llegaron a la frontera de Canaán. Pronto
terminaría su labor ingrata. Sin embargo, lleno de temor, el pueblo no quiso
entrar en la tierra prometida y debió vagar por el desierto durante cuarenta
años como castigo. Podemos imaginar a Moisés clamando: “¿Por qué, Señor?”
Cuarenta
años pasaron, y Moisés se encontró una vez más en la frontera de Canaán. Una
vez más su sueño se vio frustrado. Por lo que aparentemente fue una desviación
menor de la orden divina en Cades, una vez más se le impidió entrar la tierra
prometida. Tendría que conformarse con sólo una mirada lejana desde el otro
lado del Jordán de la tierra que fluía leche y miel. Sin quejarse, Moisés se
entregó a la voluntad divina. ¡Qué sorpresa habrá sido para Moisés despertar
finalmente en la Canaán celestial!
Bien lo
dijo Salomón: “La esperanza que se demora es tormento del corazón” (Proverbios
13:12). Sin embargo, a la luz de mi propia experiencia y de la de José y
Moisés, sólo me gustaría agregar que “la esperanza que se demora” a menudo le
brinda la oportunidad a Dios de darnos algo mejor. Todo lo que debemos hacer es
someternos a su voluntad y permitirle que haga las cosas en su tiempo.