La piedrecita blanca
“Al vencedor le daré de comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cual nadie conoce sino el que lo recibe” (Apocalipsis 2:17).
El versículo escogido pertenece a las promesas dirigidas a los vencedores en los mensajes a las siete iglesias del Apocalipsis. En la estructura de estos mensajes se repiten estas promesas llenas de colorido, de simbolismo insinuante y, a la vez en muchas de ellas, de significado histórico, en el contexto cultural en el que fueron dadas.
En lo que concierne a la piedrecita blanca prometida a los vencedores de la iglesia de Pérgamo, el símbolo debía ser inteligible para los lectores de la carta, de otro modo difícilmente podrían comprender su significado espiritual. La palabra empleada es psefos, que significa “pequeña piedra alisada por el agua”, “canto rodado”. No se trata, por consiguiente, de una piedra preciosa ni de una gema. El texto añade el adjetivo leuké, “blanca”. Pues bien, estas piedrecitas estaban relacionadas con los tribunales de justicia, donde los jueces expresaban su veredicto por medio de una piedrecita, blanca si el acusado era absuelto, negra si era condenado. Aparte del Apocalipsis, en el Nuevo Testamento solo se emplea este término cuando Pablo cuenta al rey Agripa que él daba su veredicto acusatorio cuando se condenaba a muerte a los cristianos (Hech. 26:10).
También se empleaba una piedrecita blanca como billete o entrada a los festivales públicos organizados por el emperador o en las asambleas reales. En ciertas religiones tribales, al final de una ceremonia de iniciación, después del noviciado, el miembro de la tribu recibía un nombre nuevo y una piedrecita blanca o un cristal de cuarzo. Era el símbolo de una alianza sagrada y secreta.
En el Apocalipsis, el color blanco es siempre símbolo de las cosas celestiales; el nombre es expresión de la identidad, del carácter, y signo de pertenencia, adhesión y filiación; y el adjetivo “nuevo” hace siempre referencia a la renovación de todas las cosas, a la gloria futura reservada a los redimidos. Podemos, pues, asumir que la piedrecita blanca con un nombre nuevo es un mensaje de promesa para los vencedores que han sido absueltos por el tribunal divino que les da derecho a entrar en el festival celeste (las bodas del Cordero) y, además, es el signo secreto de nuestra iniciación en una alianza eterna con nuestro Dios. El nombre nuevo será la expresión de nuestra nueva identidad, de nuestro carácter para la eternidad, del cambio definitivo de nuestra naturaleza de pecado obrado por Cristo mismo cuando vuelva en las nubes de los cielos.
Yo quiero recibir mi piedrecita blanca allí, ¿y tú?