NO SOY PERFECTO
«No que lo haya alcanzado ya, ni que ya
sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui
también asido por Cristo Jesús». (Filipenses 3: 12)
Posiblemente no haya otro escrito de
Pablo dirigido a una iglesia en el que el apóstol abra su corazón y revele a
los creyentes los secretos de su vida espiritual como en la Epístola a los
Filipenses. Se la ha llamado “epístola del amigo” o “epístola del gozo” y es,
en efecto, la más íntima y personal, la más pastoral de cuantas escribió a una
congregación. En ella, Pablo transmite a sus hermanos las divisas, los retos,
las dificultades y los objetivos que guían su experiencia cristiana.
En ese particular fragmento de la
epístola (Filipenses 3: 12-14), Pablo nos dice que articula la búsqueda de la
perfección y el crecimiento espiritual en cinco pasos progresivos que
corresponde dar al creyente:
1.
El reconocimiento humilde y
sincero de nuestra condición individual: «Ni que ya sea
perfecto».
2.
La polarización de nuestros
esfuerzos e inquietudes en lo más importante: «Una cosa hago».
3.
La evaluación del
pasado y del futuro: «Olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome
a lo que está delante».
4.
El valor de la perseverancia: «Prosigo a la meta».
5.
La consideración del premio prometido al final del camino: «El supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús».
Nadie debe conformarse con su
condición espiritual, siempre hay algo más que conseguir. Nadie es superior ni
puede erigirse en criterio y modelo de los demás; nuestra imperfección nos hace
a todos iguales. Nadie debe fijar su mirada en los hombres para juzgar,
criticar o emular, más bien, hemos de recordar: «Puestos los ojos en Jesús, el
autor y consumador de la fe» (Hebreos 12: 2). Todos estamos llamados a mejorar
y para ello estamos obligados a hacer permanentemente una introspección de
nuestra propia conciencia.
Pero esta no es una concepción
pesimista del creyente, como a veces se ha dicho. La imperfección se convierte
en nuestras vidas en el motor del progreso y del crecimiento espiritual. De
este reconocimiento nace el espíritu de lucha y de superación porque el
cristiano es un ser «en marcha», que se renueva y avanza constantemente porque
Dios no tiene «nietos» que vivan de tradiciones y herencias paternas ganadas
sin esfuerzo. Dios solo tiene hijos que, con su ayuda, han de labrarse una
experiencia personal y administrar su propia fortuna espiritual.
Porque no eres perfecto, ¡Avanza!
“Pero hay un Dios
en los Cielos”
Por: Carlos Puyol Buil
Por: Carlos Puyol Buil