La familia de Dios
Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra. Efesios 3:14,15.
Pertenecer a la familia de Dios es una de las más grandes bendiciones que podemos tener. Nuestra Iglesia, al ser una iglesia mundial, cuenta con una diversidad de culturas, idiomas y razas; pero estas “diferencias” en vez de separar a la iglesia la enriquecen y nos hacen entender mucho mejor lo que significa pertenecer a esta gran familia.
Pablo oraba para que la Iglesia llegara al conocimiento de la fe y no desmayara a pesar de las tribulaciones que pudiese enfrentar. Ya que este evangelio estaba alcanzando a los gentiles, era necesario que ellos entendieran que, al formar parte de la iglesia, también se constituían en parte de la familia de Dios; y que él los fortalecería por medio de su Santo Espíritu.
Si bien es cierto que todos constituimos parte de una familia, en este mundo existen personas que sienten no encajar en ningún lugar, que no forman parte de nada. Muchos se sienten rechazados por el grupo en el que se han desarrollado, a tal punto que se aíslan y se apartan del mundo. Es verdad que todos en la etapa de la adolescencia buscamos la aceptación por parte del grupo, algunos para lograr ser aceptados realizan actos “super-humanos” o pasan por una “iniciación”, en algunas pandillas o maras. Esta ceremonia constituye el único vale de entrada a su familia, aunque tengan que romper algunas leyes para conseguirlo.
Aunque el ser humano lucha en busca de un espacio y reconocimiento en este mundo a través de la fama o el dinero, varios que lo consiguieron no logran lidiar ni comprender por qué el mundo los olvidó. Pero existe algo que podríamos ser capaces de comprender, y es que si pertenecemos a la gran familia de Dios: la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Dios en Cristo inundarán nuestra vida. Entonces, nuestro sentido de pertenencia, de autoestima crecerá; porque seremos llenos de toda la plenitud de Dios. Nos sentiremos parte de una familia, aunque tal vez nunca hayamos tenido una. Disfrutaremos el amor; porque quien nos acepta, quiere que formemos parte de su familia.
Ahora que se oculta el sol, agradécele a Dios por formar parte de esta gran familia. Pídele a Dios comprender la grandeza de su amor que no te rechaza y te invita a formar parte de su Iglesia. Abre los brazos para integrar a todos a la familia de Dios.
Pablo oraba para que la Iglesia llegara al conocimiento de la fe y no desmayara a pesar de las tribulaciones que pudiese enfrentar. Ya que este evangelio estaba alcanzando a los gentiles, era necesario que ellos entendieran que, al formar parte de la iglesia, también se constituían en parte de la familia de Dios; y que él los fortalecería por medio de su Santo Espíritu.
Si bien es cierto que todos constituimos parte de una familia, en este mundo existen personas que sienten no encajar en ningún lugar, que no forman parte de nada. Muchos se sienten rechazados por el grupo en el que se han desarrollado, a tal punto que se aíslan y se apartan del mundo. Es verdad que todos en la etapa de la adolescencia buscamos la aceptación por parte del grupo, algunos para lograr ser aceptados realizan actos “super-humanos” o pasan por una “iniciación”, en algunas pandillas o maras. Esta ceremonia constituye el único vale de entrada a su familia, aunque tengan que romper algunas leyes para conseguirlo.
Aunque el ser humano lucha en busca de un espacio y reconocimiento en este mundo a través de la fama o el dinero, varios que lo consiguieron no logran lidiar ni comprender por qué el mundo los olvidó. Pero existe algo que podríamos ser capaces de comprender, y es que si pertenecemos a la gran familia de Dios: la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del amor de Dios en Cristo inundarán nuestra vida. Entonces, nuestro sentido de pertenencia, de autoestima crecerá; porque seremos llenos de toda la plenitud de Dios. Nos sentiremos parte de una familia, aunque tal vez nunca hayamos tenido una. Disfrutaremos el amor; porque quien nos acepta, quiere que formemos parte de su familia.
Ahora que se oculta el sol, agradécele a Dios por formar parte de esta gran familia. Pídele a Dios comprender la grandeza de su amor que no te rechaza y te invita a formar parte de su Iglesia. Abre los brazos para integrar a todos a la familia de Dios.