Dios es tu sanador
Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es… el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida. Salmo 103:2-4.
Muchos creyentes tienen lo que se conoce como “pensamiento mágico”, y suelen atribuir a un milagro directo de Dios cada cosa para la cual no encuentran o no conocen su explicación.
Por otra parte, muchísimos científicos, a partir del advenimiento del positivismo de Augusto Comte (1798-1857) y el método científico, creen que al haber encontrado la ciencia la explicación de tantos fenómenos del mundo natural no hace falta presuponer la existencia y la intervención de un ser creador y providente al que los “ignorantes” llaman Dios.
El error de este tipo de pensamiento, tanto de creyentes como de científicos o intelectuales escépticos, es no comprender que Dios no es un ser “chapucero”, sino omnisapiente, que creó el universo de acuerdo con una racionalidad maravillosa, estableciendo en él leyes y procesos para que funcione, y que obra permanentemente en forma providencial a través de las leyes y los procesos que él mismo creó.
¿Qué es un milagro, entonces? Es una de las tantas intervenciones de Dios para la cual no hemos encontrado una explicación científica. Pero, si la encontráramos, no dejaría por eso de ser un milagro, una intervención sobrenatural de Dios en nuestro mundo y en nuestra historia.
Entonces, ¿quién sana, Dios o el psicólogo; Dios o el médico? Es una obra conjunta. El médico o el psicólogo conocen (dentro de las limitaciones y la falibilidad humanas) las leyes y los procesos mediante los cuales funciona correctamente el organismo humano (incluida la mente). Dios, entonces, actúa por medio de la ciencia médica o psicológica correctas, y de quienes las ejercen, para obrar con su poder sanador y restaurador.
Si tienes perturbaciones mentales, conflictos emocionales, psicológicos, y eres creyente, lo primero que debes hacer es buscar la ayuda de Dios para resolverlos. Pero también será muy bueno recurrir a un consejero que comparta tu fe (llámese psiquiatra, psicólogo, consultor psicológico, pastor, sacerdote, rabino), confiando en que Dios obrará a través de su sabiduría profesional para ayudarte a resolver tus conflictos.