LOS HUESOS SECOS QUE RECOBRARON LA VIDA
Me dijo entonces: "Profetiza sobre estos huesos, y diles: '¡Huesos secos, oíd palabra de Jehová! Así ha dicho Jehová, el Señor, a estos huesos: Yo hago entrar espíritu en vosotros, y viviréis" Ezequiel 37:4, 5.
En la actualidad se usan tornillos de titanio para hacer implantes dentarios. El titanio es tan especial que el hueso entra en las ranuras del tornillo y se pega completamente, después de algún tiempo es imposible separar el uno del otro. El hueso, que normalmente es susceptible de quebrarse, queda unido al titanio de manera prácticamente inquebrantable. ¿Cómo sería si el cristiano se uniera a Cristo de tal manera que nada fuese capaz de separarlo de la fuente de poder?
En el versículo de hoy el profeta Ezequiel es llevado en visión a un valle de huesos secos y es testigo de algo espectacular. Para sorpresa suya, los huesos se juntan uno al otro y he aquí "tendones sobre ellos, y subió la carne y quedaron cubiertos por la piel... y entró espíritu en ellos, y vivieron y se pusieron en pie. ¡Era un ejército grande en extremo!" (vers. 8, 10).
Después el profeta oyó la voz de Dios que decía: "Hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. Ellos dicen: 'Nuestros huesos se secaron y pereció nuestra esperanza. ¡Estamos totalmente destruidos!' "(vers. 11).
¿Cuál es la solución de Dios para los huesos secos, frágiles y acabados por el tiempo y la monotonía de la vida? El Espíritu Santo. Cuando él entra en los huesos, éstos recobran la vida. ¿Qué hacer si una vida fracasa y no logra que las promesas de victoria se tornen una realidad en su experiencia? Es necesario ir cada día, cada minuto a Jesús y decirle: "Señor, soy débil, soy como un hueso seco, no hay esperanza para mí lejos de ti. Necesito tu ayuda. Tómame hoy en tus manos, toma mis huesos secos y vivifícalos con la presencia de tu Santo Espíritu".
Cuando un ser humano se mantiene unido cada minuto a Jesús, con seguridad Cristo habita en él por la presencia de su Espíritu Santo, santifica la voluntad humana y reproduce en la criatura el carácter del Creador.
A lo largo de la historia, miles y miles de seres humanos débiles y sin vida corrieron desvalidos a los brazos de Jesús, y él hizo el milagro. Yo y tú podemos correr hoy hacia él y disfrutar las bellezas de la victoria prometidas por el Señor Jesús.