Niños ordenados
Hágase todo decentemente y con orden. 1 Corintios 14:40
Crecí en un hogar con una matriarca fuerte, de principios firmes y una devoción espiritual única. Desde niña, mi mamá me decía que servimos a un Dios de orden Siempre tuve presente esa frase, y procuraba siempre tener mi cuarto ordenado y lindo. A mis hijos les he inculcado lo mismo: con sus deberes escolares, sus responsabilidades en la iglesia y sus relaciones de amistad con otros niños han de ser ordenados y disciplinados.
Cada vez que puedo, les recuerdo el versículo de hoy, y ellos entienden que en su mundo infantil debe haber orden; porque servimos a un Dios amante del orden. Desde la creación, Dios impuso orden. Creó cada cosa en un día específico; y cuando terminó, descansó: se sentó en la grama fresca y verde y contempló con satisfacción todo lo que había hecho y ordenado, y ¡vio que era bueno en gran manera!
Cuando recibo visitas, me gusta arreglar la mesa en una forma especial. En mi trabajo me gusta tener todo ordenado, archivado y cada cosa en su lugar. Cuando me toca dirigir un programa en la iglesia, me gusta que todo esté en perfecto orden, días antes del programa.
Nunca olvidaré mis años de secundaria, interna en el Colegio Adventista Dominicano. Allí aprendí muchas cosas que me han ayudado a llevar una vida ordenada. Todos los días la preceptora revisaba nuestros cuartos: debían estar ordenados y limpios. Un día ella me dijo:
-Tu cuarto está muy lindo, pero te falta algo.
-¿Qué me falta? -le pregunté.
-En el armario todas las perchas deben ir mirando hacia atrás -contestó-, Y la ropa debe estar ordenada: todas las blusas juntas, todos los vestidos juntos, todas las faldas juntas, etcétera.
¡Eso me gustó mucho! Así que me puse manos a la obra, y aprendí algo para toda la vida. Aunque yo creía que ya era muy organizada, aprendí algo, y hasta el día de hoy, así mantengo mi ropero y enseño a mis hijos a hacer lo mismo. El hacer todo decentemente y con orden incluye nuestra vida personal y cada detalle de ella.
Jesús, ayúdame a llevar una vida ordenada para tu honra y tu gloria. Amén.