¿Qué me importan del mundo las penas
y doblada tener la cerviz?
¿Qué me importa sufrir en cadenas
si me espera una patria feliz?
Resignado, tranquilo y dichoso,
de la aurora vislumbro la luz;
mis prisiones las llevo gozoso
por Jesús, quien venció en la cruz.
Aunque preso, las horas se vuelan
en gratísimo y santo solaz:
con la Biblia mis mala se ausentan,
pues de darme la dicha a capaz.
¡Libro santo!, mi estancia ilumina;
nunca, nunca te apartes de mí;
contemplando tu bella doctrina,
no hay males ni penas aquí.
¡Evangelio sublime, preciado
¡Bello pacto de amor sin Igual!
Quiero siempre tenerte a mi lado,
Refulgiendo cual puro fanal
Aun en valle de muerte, oscuro
El que acude a los pies del Señor
en el bello Evangelio del amor.