Todo para que seas salvo
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. Juan 3:16, 17.
Cómo se experimenta la salvación? ¿En qué consiste esta experiencia redentora, en términos prácticos? Lo primero que debes saber es que la salvación es una obra divina, no algo generado por el hombre, y tampoco es una iniciativa nuestra; responde al deseo de Dios de verte salvo y feliz para siempre.
En nuestro pasaje bíblico de hoy, expresado por Jesucristo mismo, lo que más se destaca son los alcances del amor de Dios; es decir, hasta dónde es capaz de llegar Dios con tal de verte salvo. Tan grande es el drama del pecado, tan desesperante es la condición de la humanidad, que el corazón de Dios se conmovió hasta sus límites. No hay recurso divino que no haya sido puesto en juego para salvarte. Dios envía permanentemente a sus ángeles para ayudarte, para protegerte, para iluminarte, sostenerte y guiarte. Envía a su Espíritu Santo para inducirte al bien y tratar de que evites el mal, y para realizar una obra regeneradora e iluminadora en tu corazón; y mil acciones más que tú desconoces, pero que algún día te las revelará, cuando llegues al hogar celestial. Pero, sobre todo, Dios hizo lo máximo que podía hacer, lo indecible: entregar a Jesús, su Hijo amado, a una vida de humillación, de amor abnegado, de sacrificio por cada uno de nosotros; y, finalmente, a la tortura y la muerte en nuestro lugar. Este misterio de la Sustitución encierra profundidades de dolor y sufrimiento para Dios que jamás podremos llegar a entender plenamente.
Pero Dios hizo todo esto porque te ama; porque desea que no sigas siendo víctima de la degradación, de la desesperanza, de la angustia y de la depresión a causa del mal, sino que puedas acceder a una vida, superior, llena de seguridad, gozo y esperanza.