Fe que aumenta por nuestra experiencia
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien. Romanos 8:28
A veces, cuando miramos retrospectivamente, recordamos episodios que, en su momento, fueron oscuros y que, ahora, son recuerdos de oraciones contestadas.
El día que llegamos a los Estados Unidos, mi esposo, Isaías, y yo, nos unimos para orar. Esa no fue una oración común, en un lugar común: estábamos en una playa castigada por las olas y los vientos de septiembre, época en que los huracanes son habituales en el Mar Caribe. Había una oscuridad casi absoluta; la noche no tenía estrellas. No sabíamos cuántos días estaríamos allí, esperando la reubicación. Nuestros pensamientos estaban fijos en un Dios que calmó las aguas del Mar de Galilea; que abrió un camino a través del Mar Rojo; y que, durante cuarenta años, hizo brillar su luz en medio de las tenebrosas noches del desierto. Orábamos: “Si es tu voluntad, trázanos un camino, ilumínanos a través de la peligrosa travesía, permite que podamos continuar en tu ministerio en este nuevo país cuyo idioma no conocemos”.
Pusimos nuestra fe en las manos del Omnipotente. La Providencia nos guio a puerto seguro. “No tenemos nada que temer del futuro, a menos que olvidemos la manera en que el Señor nos ha conducido, y lo que nos ha enseñado en nuestra historia pasada” {Notas biográficas de Elena G. de White, p. 216).
Creo que debemos hacer una lista de oraciones contestadas y bendiciones recibidas. Así, cuando Satanás trate de sacudir nuestra fe, podamos leerla y repasar la manera en que Dios ha dirigido nuestras vidas.
Comienza hoy. Busca una libreta, una caja donde puedas poner tarjetitas, usa tu teléfono o tu tableta, lo que sea, pero escribe todas las bendiciones que recuerdas. Continúa con las bendiciones diarias. Tu propia experiencia ayudará a que aumente tu fe